En los adultos las áreas corticales superiores actúan a la manera de un centro de control, de tal forma que podemos pensar en lo que vamos a ocupar nuestro tiempo en un día, perfilar trabajo, ocio, planes varios y cumplir con esos objetivos, durante el cumplimiento de lo planeado, podemos pasar por alto emociones y sensaciones (cansancio, frustración, algún malestar físico), es decir sabemos que la experiencia del cuerpo y de las emociones está ahí, pero no se convierte en lo determinante. Sin embargo en las personas traumatizadas por cualquier motivo las intensidad de las reacciones sensoriomotrices y las emociones, que estén en relación con la traumatización, hace que la persona se bloquee y no pueda continuar con lo cotidiano.
Todas las dinámicas ya sean traumáticas o no, tiene que ver con la niñez y el sistema de creencias que se desarrolla influyendo en la postura, la estructura y el movimiento del cuerpo y al contrario.
Si un niño crece en una familia dónde lo importante es “esforzarse más”, en todo lo que emprenda, se va a reflejar a nivel corporal este lema, en sus posturas, gestos, movimientos y la musculatura del niño estará contraída y tensa en este “lo intento con todas mis fuerzas” porque en esta familia el amor se entiende como “te queremos por lo que haces”.
La postura de un niño en una familia donde el esfuerzo no es algo valioso sería pecho hundido, brazos caídos, respiración superficial, su cuerpo manifiesta un “me rindo”.
Por tanto, todo es susceptible de cambio, si vas cambiando la postura, cambias la creencia y si vas cambiando la creencia cambias la postura.
Te invito a que tomes consciencia de cuál es tu postura en la vida.
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