Cuando tenemos un asunto pendiente, hay una especie de eco interno del que parece que no te puedes desprender.
Rumias el asunto de una manera o de otra, te imaginas la situación, la conversación, la forma en que lo vas a decir o hacer, incluso el sitio o la ropa que llevarás, y también en lo que va a decir u hacer el otro.
Mientras que estás en tu película personal, vas dejando que pasen los días, te vas diciendo «ahora no es el momento», «hoy estoy muy cansado», «esta hora no es la adecuada», o veo que lo mismo el otro no está disponible… y todas las excusas que quieras añadir.
El tema es que el asunto se va quedando pendiente, y cuanto más pendiente se quede, más bola se va a hacer y más va a costar.
Por tanto, revisa tus asuntos pendientes, sean de una índole u otra y empieza a solventar, porque cuando los asuntos pendientes se quedan resueltos, uno se siente más ligero.
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