Decir adiós en muchas ocasiones no es una tarea fácil. Porque hacerlo supone un cambio.
Supone situaciones novedosas y hay veces que estar confortablemente en el sofá cotidiano parece mucho más sencillo que decir aquí he llegado, no puedo más con esta situación o sencillamente no quiero estar en esta situación.
Aunque arrancar es complicado y cuesta, en general en la experiencia que tengo acompañando a personas, cuando uno decide romper una situación y lanzarse a algo nuevo a medio largo plazo es bastante más satisfactorio que quedarse en ese sofá, en el que uno está más o menos bien y sin embargo hay unos muelles que se salen y que hacen daño.
Uno se va cambiando de un sitio a otro dentro del mismo sofá y eso no resulta satisfactorio al final. Porque se está con la cuestión de “necesito activarme”, “necesito hacer otra cosa”, “quiero un cambio”, esto supone un esfuerzo, entonces es como ya está: hasta aquí, necesito decir adiós, necesito despedirme, necesito cerrar esta etapa, necesito cambiar esta situación.
Aunque esto nos duela, incluso a un nivel de cambio físico, de cambios emocionales o de cambio de situaciones personales es el momento de plantarse y decir hasta aquí, si uno se ve identificado con este tipo de situación.
Porque en realidad la vida es cambio, constantemente estamos cambiando, no somos los mismos de ayer ni seremos los mismos de mañana y aunque uno piense que toma las grandes decisiones y que hace el gran cambio, en realidad lo que determina esto es el día a día. Son cambios pequeñitos que nos van llevando a este otro cambio que parece más grande y sin embargo es algo que ya venía viniendo de atrás. Tú decides si quieres seguir en ese sofá en el que no terminas de estar cómodo del todo o lo que quieres es dar un salto y ver qué sucede.
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