Hace unos días, una amiga de Facebook lanzaba al aire una duda: ¿es buena la economía de fichas para modificar la conducta de un adolescente impasible?.
La televisión ha popularizado con los niños este tipo de estrategias como «economía de fichas», «contratos», «negociaciones»…, y nos está permitiendo contar con múltiples estrategias para trabajar con ellos. Sin embargo para que funcionen bien, es necesario conocerlas bien.
Por ejemplo, la economía de fichas es más indicada para niños que para adolescentes, y lo más probable es que el adolescente pase olímpicamente de la economía de fichas, y se entretenga más en buscar otras alternativas para conseguir lo que quiere, que llevar a cabo la conducta que se espera.
Hablaremos brevemente de la «economía de fichas», por si alguien está en la misma situación que nuestra amiga de Facebook.
Las fichas son una herramienta muy potente de condicionamiento y una muy buena opción, pero funcionan mejor con conductas a potenciar que a erradicar. También varía su efectividad en función de la edad del niño (en este caso ya hablamos de un pre-adolescente), y de la autoridad percibida en quién establece «las normas». Otros aspectos fundamentales a tener en cuenta:
– establecer muy bien cuáles son las conductas implicadas y en qué periodo de tiempo, así como dejarlas por escrito mediante un contrato para que todos sepamos qué estamos reforzando, y no acabar reforzando otras conductas (esto es muy habitual si no se hace bien)
– el registro de puntos positivos y negativos debe verlos todo el mundo en casa, para que sirva como reforzador social positivo o negativo, pero siempre interpretado por un adulto.
– el sistema debe ser totalmente aceptado por el niño, y participar en caso necesario en su establecimiento.
– hay que ser 100% estricto en su cumplimiento; la primera vez que no se cumpla se perderá todo el efecto….
– una vez que la técnica ha tenido efecto en las conductas a instaurar o a erradicar (hay que esperar un tiempo para que esto ocurra aún cuando se hayan producido avances), es necesario deshabituar el refuerzo positivo o negativo, e irlo cambiando por refuerzos sociales (elogios, guiños afectivos, aprobación…)
– cuando en lugar de aparecer la conducta reforzada, aparezca la que queremos eliminar, el niño deberá entregar algunas de las fichas recibidas (hay que establecerlo), pero sin afectación emocional por parte del niño y el adulto. Es decir, el castigo es el pago de fichas, no la bronca que le eches.
– también es importante ir acostumbrando al niño a recibir las fichas-premio con algo de demora, para que no aprenda a que sus conductas positivas tienen efectos positivos de forma inmediata, lo que sería un mal aprendizaje para la vida real.
Seguramente podríamos profundizar mucho más, pero convertiríamos esta breve nota en un artículo científico. Creo que estas quizá son las claves fundamentales, pero antes de darlo por concluido responderemos a nuestra amiga: tal vez la economía de fichas no es la mejor fórmula para un pre-adolescente impasible (entiendo que pasota, que le da igual todo…) ya que los refuerzos podrían ser poco efectivos. Quizá es mejor otro tipo de contratos que no supongan un reto extra para saltárselo, como podría pasar con la economía de fichas…
Y lo más importante; todo padre y/o madre está capacitado para educar a sus hijos, pero aplicar sin más una técnica procedente de un programa de televisión podría tener resultados no previstos. Siempre es mejor el apoyo de un profesional antes, que no después…
Julia Rodríguez Psicología
653 93 40 50
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