En las sesiones, las personas hablan de situaciones que les crea un conflicto de una manera u otra, de decisiones que tienen que tomar, de temas relacionales… y lo que está en el fondo de cada historia es el tema del amor, quién no me dio amor, quién me dio amor, qué pasa con el amor, cómo soy yo en torno al amor hacia los demás, y cómo soy en torno al amor hacia mí mismo.
Creemos que el amor está fuera de nosotros pero el amor está dentro, de niño esperamos que nuestros padres nos aplaudan, nos reconozcan, y a veces los padres no están disponibles, no es una cuestión de juzgar a los progenitores sino de ponernos en su lugar, y ver que lo mismo para ellos tampoco estuvieron disponibles y de ahí el aprendizaje y repetir modelo.
Luego en la adolescencia, buscamos la aprobación en los amigos o pareja. En la adultez, buscamos parejas para que nos llenen, o esperamos reconocimiento en el trabajo.
El asunto es que si tú te llenas tienes una energía distinta a si la esperas recibir de los demás.
Si tú sientes amor por ti mismo, cambia tu energía, y desde ahí, enseñas a los demás a amarte, desde un espacio de no hacer nada llenas al otro por lo que eres, no por lo que haces.
Hay amor, lo que falta es reconocerlo, y cuando las personas vienen a una sesión o a un taller es una forma de reconocer el amor, sin control, sin miedo sin preocupación.
Al abrir la mente empiezas a verte de otra manera, quererte como eres, como gesto de cuidado.
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