Al generar apego, generamos un aferramiento a una persona, objeto o situación, en esencia lo que hacemos es elaborar una experiencia adictiva, a algo que creemos que nos da felicidad, tranquilidad, sensación de sentirnos seguros y protegidos.
Lo que pasa que ese algo al igual que empieza termina, o se deteriora.
- La vivienda que se compró con ilusión, al pasar los años se deteriora, o cambian las necesidades y ya no vale el proyecto inicial, hay que hacer reformas o mudarse, suponiendo esto una dificultad, a pocas personas le gustan los cambios, cuando aparentemente, uno está ubicado.
- Los lugares que nos gustan, en los que tenemos buenos recuerdos, también cambian con el paso de los años, y la sensación de estar en ellos no es la misma, lo que ocurre es que no solo el lugar ha cambiado si no que tú también has cambiado.
- Las personas que necesitamos se van, a veces porque ha llegado su momento, a veces porque tienen que cambiar de ciudad, de lugar de trabajo, de vecindario, de situación vital, hijos que se van a estudiar o a trabajar fuera, quedando una sensación de vacío en muchas ocasiones.
- Nosotros mismos vamos cambiando con el paso de los años, tanto a un nivel físico como a un nivel emocional.
La trampa está, es que cuando el objeto de apego cambia o no está, se sufre, ya que pones tu bienestar en la estabilidad de una situación, que va a ir cambiando ya que la vida es impermanencia.
Precisamente el bienestar está en aceptar esto, no pelearse con la realidad y es que las personas, las relaciones, las situaciones y nosotros mismos cambiamos.
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