Se suele decir que el tiempo cura las heridas; evidentemente, ayuda a calmar el malestar, a que la rabia se enfríe, a ampliar la mirada y a aplacar la impulsividad.
El tiempo te da perspectiva, análisis desde la calma y ayuda a mirar con menos emocionalidad aquello que ocurrió, armando algunas piezas del rompecabezas que en su momento no entendiste.
Cierto que el tiempo ayuda, pero no resuelve aquello que te ocurrió, solo lo difumina.
El tiempo es un gran amigo en tu camino pero el tiempo te necesita. Necesita de tu determinación, coraje, decisión. Requiere que te incomodes y ahondes en lo profundo del alma, y aunque a veces esto duele y no es gustoso, es necesario que te hagas responsable de tu camino, de tus errores tus aciertos, tus heridas y tu estabilidad emocional.
Si tú y el tiempo vais de la mano, puedes logar que las heridas sanen, y que puedas embarcarte en nuevas relaciones, proyectos, amistades. Que poco a poco en tu alma se vayan formando cicatrices, que te indican que has vivido, que estás en disponibilidad de seguir viviendo, que ya has ganado esa batalla.
El tiempo ayuda y ayuda que te hagas responsable de tu vida, haciendo todo lo que dependa de ti, mientras vas de la mano de este compañero.
El día que el recuerdo ya no te produce desasosiego, hay una cierta paz, e incluso agradecimiento por lo vivido. La herida es una cicatriz, que ya no duelo sino que enriquece.
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