Noche del sábado, una terraza, unas cañas…, comento con mis amigos lo que veo en el Gabinete a diario: la fragilidad de las relaciones actuales, los roles que se asumen dentro de la pareja, las rupturas continuas, la ilusión por volver a vivir un amor romántico, y pensar que con la próxima pareja, todo será distinto..
Todas esas cuestiones, conceptos y creencias están dentro de lo que se ha llamado «Amor líquido», que hace referencia a la fragilidad de los vínculos humanos en la actualidad. Parece que la sociedad, basada hoy en un consumo frenético y rápido, en el que todo se vuelve obsoleto rápidamente, ha generado también para las relaciones emocionales el mismo hábito de conducta.
Las relaciones se han convertido en un objeto más, una simple experiencia, que en un determinado momento adquirimos pensando que son de primerísima necesidad, y que posteriormente abandonamos, dejando de cuidarlas y de alimentarlas, ya que sentimos que no son lo que esperábamos, ya no nos satisface. Por eso, nos aburrimos y nos cansamos de nuestra adquisición, poniendo la vista en la siguiente.
A todo esto hay que sumar la importancia de los retos profesionales y la tendencia al individualismo, que hacen que las propias relaciones se vean como un peligro a nuestra autonomía personal. Hay además una extraña relación coste-beneficio sobre los miedos y la ansiedad de vivir juntos o separados, o una nueva forma de vivir la sexualidad, cada vez más deteriorada, que se alimenta, no ya de la presencia, sino de la ausencia del otro.
Todo ello está alimentando este tipo de amor líquido, frugal, casi inexistente… Para algunos expertos, los rituales son fundamentales para marcar el inicio y final de ciclo de las experiencias personales, pero en una sociedad donde los vínculos afetivos son tan efímeros, esos rituales se convierten en innecesarios o irrelevantes. Ya no hay promesas, ni peticiones de matrimonio, ni declaraciones, ni compromisos de por vida ante la otra persona. Incluso hemos eliminado los aspectos externos que nos unen. De esta manera, las intenciones y obligaciones respecto de la otra persona son más modestas, y por tanto, más fáciles de romper.
El resultado de nuestra tertulia de amigos es que nos gusta querer y sentirnos queridos, y que mientra las personas se sientan felices, da igual el nombre que se le ponga al amor. Sin embargo, ¿es eso verdadero amor?, ¿no es más bien un frágil contrato emocional?…, ¿Qué os parece este tipo de amor líquido?, ¿creéis que antes se amaba de otra manera?, ¿sois también de las/los que opináis que con el nuevo amor todo será diferente?
Saludos a todas y a todos!
Julia Rodríguez
653 93 40 50
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