El estrés es la respuesta automática y natural de nuestro cuerpo ante las situaciones que nos resultan amenazadoras o desafiantes. La vida cotidiana nos exige una cierta cantidad de activación, esto es positivo, pero cuando es aceptable para nuestro estado físico y mental.
Se cree que el estrés es consecuencia de circunstancias externas a nosotros, pero es un proceso en el que interactúan los eventos del entorno, nuestras respuestas cognitivas, emocionales y físicas. Por tanto nosotros somos los que nos generamos el estrés, debido a una interpretación equívoca de nuestra día a día.
En las mismas circunstancias dos personas que hagan exactamente lo mismo, en una de ellas puede generarse un cuadro de estrés y en la otra no.
Cuando la respuesta al estrés es durante un tiempo prolongado o de mayor intensidad, nuestra salud, el rendimiento académico, profesional o nuestras relaciones personales se pueden ver afectadas.
Síntomas de estrés
Las señales más frecuentes de estrés son:
A nivel emocional: ansiedad, fluctuación del ánimo, miedo
A nivel cognitivo: Dificultad para concentrarse, olvidos, preocupación, pensamientos repetitivos, excesivo temor al fracaso.
A nivel conductual: Lloros, reacciones difíciles de controlar, trato brusco a los demás, rechinar de dientes, aumento o disminución del apetito.
A nivel físico: Contracciones musculares, dolor de cabeza, problemas de espalda o cuello, perturbaciones del sueño, problemas estomacales, palpitaciones, boca reseca, temblores.
¿Cómo se produce el estrés?
La manera en que interpretamos y pensamos acerca de lo que nos ocurre afecta a nuestra perspectiva y experiencia de estrés. De manera que en muchos casos es lo que interpretamos, lo que genera el estrés, más que la situación o evento a la que nos enfrentamos.
En las mismas circunstancias dos personas que hagan exactamente lo mismo, en una de ellas pueden generarse un cuadro de estrés y en la otra no.
Fuentes de estrés
Sucesos vitales intensos y puntuales: muerte de un familiar, nacimiento de un hijo, separación, enfermedades, accidentes, mudanzas.
Sucesos diarios de menor intensidad: Discusiones con compañeros de trabajo o pareja, esperar colas, ruido, el tráfico.
Situaciones de tensión mantenida: Mal ambiente laboral, disputas familiares continuas.
Dos grupos vulnerables mujeres y niños
Los síntomas y las fuentes de estrés antes mencionados, se hacen más potentes en la mujer, ya que hay una serie de cambios y exigencias vitales que afectan directamente la psicología de la mujer
- Estrés derivado de su fisiología: menstruación, embarazo y menopausia.
- Estrés derivados de los cambios de vida: el matrimonio, la maternidad, el divorcio, el pasar los cuarenta años en una cultura que venera la juventud y la belleza, la viudez y la reorganización de la vida cuando los hijos son mayores.
- El estrés de las crisis vitales, que caen principalmente sobre los hombros de la mujer: la atención a los padres enfermos, el cuidado de un hijo disminuido, el asegurar que la vida continúe.
- Estrés de la mujer trabajadora, con jornadas maratonianas, dentro y fuera de casa. En nuestra cultura aunque cada vez menos, se espera de las mujeres, que sean excelente en el trabajo fuera y dentro de casa, que atiendan a la familia, y que disfrute plenamente de la vida sexual y de ocio, y por supuesto que este guapa y a la moda, y es que el día solo tiene 24horas. En una sociedad en la que se espera que la mujer sea hipercompetente, pasa factura a distintos niveles:
Nivel psicosomático (dolores de cabeza, estómago), falta de deseo sexual, depresión, ansiedad y en ocasiones trastornos de la alimentación.
Para la mujer es fundamental controlar sus emociones, para hacer frente al estrés, mientras que para los hombres no analizan tanto y buscan soluciones rápidas.
Actualmente los niños también sufren estrés por diversas causas que interrumpen su vida cotidiana; cambios de casa, la llegada de un hermano, separación de los padres, miedos, presión escolar, burlas de algún compañero, baja autoestima.
En este caso los adultos deben crear un clima de seguridad y confianza, hablando sobre las emociones, adecuándolo a su edad, demostrándoles interés por lo que hacen por como se sienten, mantenerle informado si va a haber cambios, también es importante una buena alimentación y deporte.
¿Qué hacer ante el estrés?
Las estrategias para afrontar el estrés buscan prevenir o controlar los excesos en las demandas procedentes del entorno o bien de nosotros mismos.
A continuación, vamos a citar una serie de estrategias para ayudarte a afrontar ciertas situaciones de tensión
1. Relájate. Realiza actividades que te permitan renovarte física y psicológicamente.
2. Haz ejercicio. Las actividades físicas como caminar, nadar, o incluso limpiar el cuarto, reparan nuestras fuerzas y nos reaniman.
3. Sé asertivo. Establece límites, aprende a decir que «no». Suspende las actividades que son menos prioritarias.
4. Organiza tu tiempo. Prioriza y estructura tus actividades.
5. Intenta mantener expectativas realistas. Esperar demasiado de uno mismo genera frustración.
6. Ordena tu espacio personal. El tener organizado el espacio en el que nos encontramos, nos ayuda a reorganizarnos a nosotros mismos.
7. Disfruta con la gente que quieres, y que te apetece estar.
8. Si el estrés es el ámbito laboral, es importante el uso de herramientas y técnicas ,que se proporcionan en psicología.
Saludos.
Julia Rodríguez Psicología
653 93 40 50
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