Cuando confiamos en otros, estamos dando por sentado que el otro hará lo que deba hacer, o lo que se espera que haga. De esta manera entendemos que la otra persona se hará responsable de aquello que le toque hacer.
Hacemos un ejercicio de confianza con todos los que están a nuestro alrededor, desde los más cercanos, familia, amigos, compañeros de trabajo, hasta aquellos que de alguna manera directa o indirecta nos dan servicios todos los días, el camarero de confianza, tu tienda habitual, tu médico de cabecera, el conductor de autobús, la persona que enseña a tus hijos…. Y es muy curioso porque cuando hablamos de confianza, parece que solo se circunscribe al círculo más personal, y el círculo es mucho más amplio.
El problema viene cuando la confianza se convierte en confianza activa y es cuando te preguntas si puedes confiar en esa persona.
En general, el asunto se agrava, debido a que aquel que no se ha hecho responsable de lo que tocaba, en ocasiones, miente, colorea la verdad, u omite cierta información, pensando que con esto puede solucionar algo, y justo lo que hace es que el otro desconfíe aún más.
Cuando la desconfianza se instaura dentro de cualquier relación, empieza un proceso de distanciamiento en la relación, cuando es más cercana, suele suceder de una forma indirecta, si no nos toca tanto, lo que suele suceder es que uno ya no va tal sitio porque no es de su confianza.
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