Las heridas en la infancia, surgen a partir de ciertas experiencias dolorosas o difíciles vividas en los primeros años de nuestras vidas. Todas las personas sin excepción, tenemos esta herida infantil, no solo aquellas que vivieron situaciones muy traumáticas tales como agresiones, maltrato, padres ausentes por adicciones, etc.
Surgen porque tuvimos padres heridos e imperfectos, que ejercieron su paternidad como supieron en aquel momento. La herida infantil, hizo que desarrolláramos una serie de patrones que en su momento nos ayudaron a sobrevivir o sostener eso que nos dolió. Si no ponemos el foco en esto, y no me ocupo de mi herida infantil, sucederá que estos patrones seguirán activos y seguiremos repitiéndolos una y otra vez, aunque ya no sean necesarios. En la mayoría de las veces nos provocan inconvenientes a la hora de relacionarnos con las personas con las que compartimos espacios, familia, amigos, pareja, hijos, compañeros de trabajo… Por otro lado, si nuestro ADN emocional no sana, la consecuencia será baja autoestima, inseguridad, falsas creencias limitantes sobre nosotros/as mismos/as, tales como que no somos merecedores de amor, que somos malos, no somos suficiente o no podemos confiar en los demás y en el mundo.
Cada persona tiene tendencias o patrones particulares según lo que ha vivido, es por ello que hablaremos de manera breve de 5 heridas de la infancia:
- Herida del rechazo: tus progenitores no te aceptaron tal y como eras de manera incondicional. Como consecuencia, en la edad adulta huyes cuando te sientes rechazado/a y no sientes pertenencia a ningún lugar.
- Herida del abandono: progenitores ausentes física y emocionalmente generan adultos que intentarán tener la atención de los demás. Temen a la soledad, por lo tanto, hacen lo que sea por permanecer acompañados.
- Herida de la traición: progenitores que no cumplieron con lo que prometieron. Esta situación genera adultos que viven constantemente en alerta, controlando lo que hay en su alrededor, para evitar el peligro y la traición.
- Herida de la humillación: los progenitores se burlaron de ti y se avergonzaron. En la edad adulta anularás tus necesidades para dar prioridad a las de los demás. Te cuesta aceptarte tal como seres y cuidar de ti. Parece que eres defectuoso/a.
- Herida de la injusticia: tus progenitores eran muy fríos y estrictos contigo. Como consecuencia, ocultas lo que sientes y no expresas tus emociones. Vives desde la exigencia y no te comprometes con nada por temor a meter la pata.
¿Cómo sanar nuestra herida infantil?
- Darse cuenta y después, reconocer que tenemos una herida emocional infantil. Es necesario saber que la única forma de sanarla es responsabilizándose de ella y no culpar a nadie.
- Permitirse transitar la herida a través del sentir.
- Aprender a mirarse de una manera más amorosa y compasiva.
- Acudir a terapia para que un profesional me acompañe en este proceso.
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