La RAE define «dar las gracias» como el acto de manifestar el agradecimiento por el beneficio recibido y la expresión «gracias» como una fórmula de cortesía para manifestar agradecimiento a través de expresiones ponderativas como «mil gracias o un millón de gracias». Pero decirlo y ejecutarlo implica más que un mero compendio de letras asociadas: sentirse agradecido y reportarlo mejora la salud y es un buen inductor del sueño.
«Las personas agradecidas tienden a estar satisfechas con lo que tienen y por tanto son menos susceptibles a emociones como la decepción, el arrepentimiento y la frustración». La sentencia la profesó el filósofo Robert C. Roberts, catedrático de la Universidad de Baylor, quien centró toda su obra -es autor de cuatro libros- en la naturaleza y la interacción de las emociones, las virtudes y los vicios. Su teoría sobre la felicidad y los agradecidos es que son dichosos de disfrutar la vida y sus pequeñas cosas en vez de elevar la vara de las expectativas.
El filósofo contrastó las virtudes positivas de la gratitud contra tres sentimientos que sirven de sustento de la disfunción y la tristeza: el resentimiento, el arrepentimiento y la envidia. «Se podría argumentar que la justicia de la gratitud es algo metafísico (una armonía entre la naturaleza humana y la naturaleza del universo) ya que dependemos de otros seres humanos y de Dios para recibir buenas cosas», apuntó el académico. La felicidad, agregó Roberts, contagia amabilidad y buena recepción a las amistades.
Robert A. Emmons es otro experto en la materia: profesor de psicología en la Universidad de California, centró su investigación en el campo de la psicología de la personalidad, psicología de la emoción y psicología de la religión. Su publicación «La psicología de la gratitud» es un gran nexo entre todos sus trabajos, un eficiente resumen de su obra. Valora a la gratitud como un «amortiguador del estrés», la considera una emoción universal básica que «no solo ayuda a los individuos en particular, sino a la sociedad en general», la concibe entonces como una virtud cívica. «La gente agradecida es menos propensa a experimentar envidia, enfado, temor, resentimiento, arrepentimiento y otros estados que producen estrés», describió.
El concepto del sentido de la gratitud, quizá encuadrada como agradecimiento y apreciación de la vida, es un debate milenario. Cicerón, orador y político romano, blandía su significado: «La gratitud no es solo la mayor de las virtudes, es la madre de todas las demás». Aristóteles, uno de los grandes filósofos griegos, consideraba que la gratitud era una señal de debilidad incompatible con la magnanimidad: creía que el endeudamiento era síntoma de rebaja, de sumisión.
Las conclusiones de investigaciones relativas a la gratitud constatan que las personas que cultivan el agradecimiento manifiestan más emociones positivas, menos emociones negativas, dominan las situaciones de estrés y hasta se recuperan mejor de las enfermedades y las aflicciones. «El corazón agradecido» es un estudio del Instituto HeartMath en el que se comprobó que la gratitud provoca mejoras en el funcionamiento del ritmo cardíaco y en la disminución de la presión arterial. Otro estudio develó que las personas que repasaban las cosas por las que estaban agradecidas antes de dormir, lograban dormirse más rápido y por más tiempo. Dar las gracias, manifestarlas y sentirlas reporta, entonces y según los expertos, innumerables beneficios.
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