Bronnie Ware trabajaba como enfermera en cuidados paliativos. Tal como explica en su blog, Inspiration and Chai, compartió con sus pacientes las últimas semanas de sus vidas. Su experiencia la ha trasladado a un libro, Los cinco lamentos del moribundo, dónde recopila varias historias vitales y llega a la conclusión de que las cosas de las que nos lamentamos en el lecho de muerte se repiten en casi todos nosotros.
01.- «Me habría gustado tener la valentía para vivir la vida que realmente quería, no la que esperaban otros de mí”: Según Ware esta es la lamentación más común de todas. Cuando echamos la vista atrás y vemos lo que hemos hecho en la vida es muy fácil ver la cantidad de sueños que no hemos cumplido. Mucha gente no llega a hacer ni la mitad de las cosas que se había propuesto y, además, se muere sabiendo que se debe a las decisiones que han tomado, no a factores externos. Es por esto que la enfermera recomienda “hacer realidad la mayor parte de sueños que podamos mientras tengamos fuerzas, pues en el momento que perdemos la salud es demasiado tarde”.
02. “Me gustaría haber trabajado menos”: La enfermera explica cómo este lamento aparecía en todos los hombres a los que había atendido. “Se habían perdido la infancia de sus hijos y la compañía de sus parejas”, afirma Ware. Las mujeres también lamentaban haber perdido mucho tiempo en el trabajo, pero eran muchas las pacientes mayores que no habían trabajado fuera de casa. La escritora anima a recapacitar sobre la cantidad de ingresos que realmente son necesarios e invita a simplificar nuestras vidas, concediéndonos más tiempo libre.
03. “Desearía haber tenido el coraje suficiente para expresar mis sentimientos”: Mucha gente reprime sus sentimientos para no entrar en conflicto con su entorno cercano. Esto hace que se acomoden en su mediocre existencia y nunca sean lo que realmente son capaces de ser. Esta frustración y resentimiento, según Ware, puede incluso ser un factor que provoca enfermedades. La enfermera reconoce que “no podemos controlar las reacciones de otros”, pero cree que es aconsejable ser honestos y sinceros con aquellas personas con las que tenemos problemas, pues finalmente lograremos tener relaciones “más sanas”.
04. “Me gustaría no haber perdido el contacto con mis amigos”: Cuando la muerte llama a nuestra puerta nos damos cuenta de que hemos perdido el contacto con muchos buenos amigos. Ware vio como algunos pacientes suyos se morían sin poder despedirse de sus amistades, sólo porque eran incapaces de localizarlas. La gente se encierra tanto en su entorno cercano que se olvida de sus amigos durante largas temporadas. Al llegar al final de nuestras vidas nos lamentamos profundamente de no haber mantenido los lazos de amistad y no haber dedicado a nuestros seres queridos el tiempo que se merecían. La enfermera es clara al respecto: “Todo el mundo echa de menos a sus amigos cuando se está muriendo”. Al final de nuestra vida lo único que nos importa es el amor y la amistadDado el actual ritmo de vida es muy común acabar perdiendo el contacto con nuestras amistades. “Cuando la muerte se acerca”, explica Ware, “los detalles físicos desaparecen”. Según la enfermera, al final de nuestra vida lo único que nos importa es el amor y la amistad. Es cierto que la gente quiere dejar cerrados sus asuntos financieros en la medida de lo posible, pero no es el dinero lo que les importa, lo que quieren es dejar todo en orden para beneficiar lo máximo posible a sus seres queridos.
05. “Tendría que haberme permitido ser más feliz”: Según Ware, es sorprendente la cantidad de gente que se lamenta por no haber trabajado su propia felicidad. “Muchas personas no se dna cuenta hasta el final de sus días de que la felicidad es una elección”, explica la enfermera. La gente se estanca en viejos patrones y hábitos, en un pretendido confort. “El miedo al cambio”, relata la enfermera acerca de sus pacientes, “les hacía fingir ante los demás, y ante ellos mismos, una felicidad impostada, cuando lo que realmente querían era reírse a carcajadas y hacer estupideces de nuevo”.
“Cuando estás en tu lecho de muerte”, concluye Warren, “no te importa lo más mínimo lo que los demás piensen de ti”. Es entonces cuando te das cuenta de que tendrías que haber sonreído de nuevo, mucho antes de estar muriendo.
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