Empezamos una relación de pareja, sin conocernos bien a nosotros mismos, y además llenos de ideas románticas acerca del tema del amor, que no casan con la convivencia en la vida real. Y como la idea de la pareja no es lo que va sucediendo en la convivencia, se empieza cada vez más pronto que tarde, con el malestar y la insatisfacción, que en ocasiones deriva en separación.
En general se pide a la otra persona que sea, amigo, amante, terapeuta, facilitador de planes, cocinero, serio, divertido, que haya una convivencia tranquila, con su punto de improvisación y descoloque…. y claro todo esto no suele ser posible.
Quizá cuando uno exige tanto de la relación de pareja, es que está poniendo demasiado fuera, y revisando menos lo que hay dentro.
Una pareja no es todo, no te lo va a dar todo, lo que puedes hacer por ti solo lo puedes hacer tú.
Por tanto, cuando tú haces por ti, estás bien con el rumbo que tu vida está tomando, cuando sabes de ti, te reconoces, te cuidas, te respetas, te quieres y te sostienes sin necesidad de anclajes externos. Entonces es cuando la pareja llega y fluye. Nadie que te llene vacíos sino alguien con quien compartir experiencias.
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