La vida nos expone a desafíos, grandes, pequeños, medianos y son necesarios para crecer personalmente, y aprender en la vida y de la vida.
Para que los hijos aprendan es necesario, que sean ellos mismos los que afronten y solventen, no es lo más adecuado estar con ellos desde la protección, porque si de una manera continuada, cuando ya tienen edad de resolver, los padres siguen asumiendo asuntos que tienen que ver con cuestiones y responsabilidades propias del hijo, se está acotando la posibilidad de crecimiento, en todos los sentidos: operativo, emocional, personal.
Si los hijos no se enfrentan a los obstáculos de lo cotidiano, la consecuencia es un vacío, en el que no van a saber como manejarse, y seguirán a la espera de que sean los padres los que resuelvan.
Para poder madurar y hacerse responsable de los suyo, hay que permitir que los hijos se enfrenten por ellos mismos, a lo que les vaya aconteciendo, sin ir por delante, porque esta es la manera para que ellos aprendan y se mantengan alerta cuando es necesario, se esfuercen cuando toca , perseveren, que aprendan a caerse y a levantarse.
Los obstáculos nos hacen fuertes, no se trata de querer sufrir, pero es cierto que las pruebas y los obstáculos que nos encontramos en el camino de la vida, nos hacen fuerte y van llenando nuestro interior de sabiduría, de todo ello aprendemos y con todo ello nos modelamos.
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