Cuantas veces en el lenguaje cotidiano, se habla, con más o menos acierto sobre lo que supone deprimirse.
En el lenguaje técnico hay distintos tipos y definiciones para la depresión, y el factor común, son dos cuestiones, los anhelos y las pérdidas.
Cuando una persona se deprime lo que está sucediendo de fondo es que la vida no es como la imaginaba (ya que la vida tiene que ser de una determinada manera, que tiene que ver con valores y creencias), y si tus expectativas y tu realidad no coinciden, o se alejan mucho de lo que se supone que tenía que ser, dependiendo de las personas y los recursos de cada cual, un porcentaje importante de la población tiende a deprimirse.
Cuando las cosas no suceden como uno las imagina, te estás quedando en la pérdida, en la tristeza, en la negación de una situación, en la falta de control (sin entender que hay ciertas cosas que no dependen de ti), en la resistencia a que la vida cambia, y si además de esto, se le añade un criterio comparativo, con la vida de los otros, (sin entender nuevamente que la realidad comparativa es falsa), lo que estás haciendo es crear un caldo de cultivo para deprimirte.
En terapia se acompaña a la persona, para que se de cuenta de los aspectos que se esconden detrás de los síntomas de la depresión, y desde ahí para que pueda soltar creencias, expectativas, aceptar que en la vida hay pérdidas y hay anhelos, y que uno puede vivir sin deprimirse, que uno puede estar en la vida, sencillamente viviendo, porque la vida es algo que sucede día a día, y lo importante es la mirada que cada persona pone sobre ella.
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