Cada vez hay más estudios que apuntan, a que la felicidad, no es lo que estemos haciendo sino que la acción que realicemos esté sincronizada con nuestra mente.
Es decir, si una persona está lavando platos, plenamente presente en la acción, es más feliz que si estás en la playa mirando el mar y pensando mil cosas, que no tienen nada que ver con ese instante.
El asunto es que la mayoría de nosotros, ponemos expectativas y esperanzas en condiciones externas, que en gran parte están fuera de nuestra pequeña zona de control.
Adquirimos objetos, viajamos, comemos en restaurantes varios, dedicamos mucho tiempo espacio a lo de fuera, y los estudios indican que tanta variedad de situaciones y experiencias en nuestro horizonte, nos provocan más inquietud que satisfacción.
Por tanto, la invitación es a ir una y otra vez a lo único real que es el presente, y desde ahí, poder estar y vivir las pequeñas cuestiones cotidianas que ofrece el día a día de otra manera.
Aprovechando la neuroplasticidad de nuestro cerebro, que es capaz de cambiar funcional y estructuralmente si se entrena la atención y concentración.
Prueba, conecta con tu respiración, con tu cuerpo, para empezar cinco minutos al día y ve que pasa.
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