Siguen saliendo estadísticas sobre jóvenes y empleo en Europa, y nuevamente en España, el 25% de los jóvenes ni estudia ni trabaja, siendo el país europeo con más ninis en la franja entre los 15 y los 29 años.
Al margen de las cifras, que podrían considerarse un fracaso como sociedad, a mí me preocupan los propios chavales, ya que aunque no lo parezca, están sufriendo.
Muchos se frustran buscando una vía de escape a su situación actual, y otros están paralizados, a la espera de que alguien les muestre una salida. El problema es que la puerta de salida se les aleja cada vez más.
Merece la pena abordar el tema desde el punto de vista del propio chaval, al que en muchas ocasiones estigmatizamos, pero que en realidad, se encuentra perdido, frustrado, y sin recursos o habilidades para hacer frente a una situación que en realidad nunca se le ha dado: ha sido un error muy habitual en esta sociedad no educarles para ganarse las cosas con su propio esfuerzo.
¿Qué caracteriza a estos chavales?
Estos niños no son niños, pero tampoco son adultos. Nos encontramos ante un grupo de jóvenes inmaduros, carentes de ilusiones que no sean pasajeras, y cuya forma de estar en este mundo es el pasotismo que permite el ser conscientes de que todo lo tienen asegurado gracias a sus padres. Es posible que puedan parecer felices, pero se trata de un puro espejismo, un profundo autoengaño del que poco a poco van siendo conscientes a medida que la vida les va haciendo ver su propia dependencia.
Vivir en casa de los padres significa tenerlo todo en la mayoría de los casos, pero también implica esa falta de libertad que ofrece tener una alternativa económica futura, en base su capacidad, y poder así organizar tu propia vida sin tener a quién te pida explicaciones. La precariedad laboral actual no ayuda mucho, pero el mayor problema es la ausencia en estos chicos de un proyecto de futuro, lo que puede llevarles al consumo de drogas, las actividades de riesgo, o la más absoluta de las depresiones, aunque justo parezca todo lo contrario.
Y ante esto, ¿qué pueden hacer los padres?
Vaya por delante que cada casa «tiene una organización diferente», y cada joven «tiene un tipo de reacción distinta, aunque en el fondo similar». Las claves que a continuación se detallan no han de ser tomadas al pie de la letra, y en base a esas diferencias entre casas y chavales, sino adaptadas a la realidad de cada caso, es decir, «tuneadas» como dirían ellos:
- Lo que está claro es que los padres han de ser la figura de autoridad, y los hijos están siempre por debajo. Por un lado, los padres han de asumir su papel, y no dejarlo en manos del «destino» (también llamado profesor). Si no pueden con ellos hoy, en su momento tuvieron que haber podido, y han de recuperar esa autoridad. Establecer las normas y ser inflexibles ante ellas, es una manera de reconducir su conducta, y aunque cuesta, una buena inversión en definitiva. En este proceso, padre y madre han de ser uno, ya que el chaval, aprovechará cualquier resquicio entre ambos para salirse con la suya. A medida que la conducta mejora, también puede aumentar algo la flexibilidad en la norma.
- Cuando el chico o la chica se muestren agresivos, es importante no entrar en el juego, ya que es la única forma de que entienda que con la agresividad no consigue nada (ni siquiera sacarte de tus casillas). Cuando entren en escalada de agresividad con los padres, muchas veces provocada por su propia frustración, es necesario advertirles tranquilamente que no van a conseguir nada…, y asegurarnos de que efectivamente, no lo consiguen. Si se impone un castigo, es necesario mantenerlo.
- Es importante evitar etiquetar al joven como «vago», «inútil»…, y no darle pistas de las consecuencias que su conducta tiene sobre nosotros, tipo «me matarás de un disgusto», ya que lo utilizarán conscientemente para chantajearnos y conseguir lo que quieren. En este sentido, es fundamental, mantener el criterio con el joven, evitando las incoherencias, y que todas las personas en contacto con el chico vayan en la misma línea (padres, profesores, hermanos mayores, abuelos…)
- Los chicos han de entender que tienen ciertas responsabilidades en la casa, ya que forman parte de la familia. Cada uno con lo que mejor pueda hacer, hay que tratar de forzar a que realice algún tipo de tarea o trabajo, buscar alternativas…, aunque sea poner la mesa o hacer la comida. El objetivo último es evitar cronificar la conducta de falta de interés y comodidad.
- Por último, es habitual en este tipo de jóvenes no querer aceptar su realidad, o «echar balones fuera». Hay que hacerles entender que su vida depende de ellos, y no de los demás. De su esfuerzo, de su trabajo entendido como virtud, y como valor humano.
Educar es una labor muy complicada, y se trata de un proyecto para toda la vida en que se ven incluidos personas que deciden tener un hijo. Merecen todo nuestro respecto y admiración los padres que se implican en esta aventura. Por eso, y en honor a su esfuerzo, hemos también de decir que existen muchos padres y muchos hijos si-si. Chicos que estudian, que trabajan, o incluso que hacen las dos cosas.
Chicos y chicas que se conducen por la vida de forma adecuada y que, sin duda, tienen un futuro enorme delante de ellos. Chicos implicados, deportistas, amantes de la naturaleza, que dedican también parte de su tiempo a actividades sociales. Todos los conocemos, y sus virtudes son fruto de su esfuerzo personal, pero también del de sus padres y sus profesores.
Sigamos trabajando por el resto.
Un saludo a todos y todas
Julia Rodríguez Psicología
653 93 40 50
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