Esta mañana quería hablaros de la felicidad. Del concepto mismo, y de cómo no acabar siendo infeliz buscando la felicidad.
Definir el concepto de felicidad es tarea ardua. Seguramente sea una de las definiciones más controvertidas y complicadas. El ser humano ha tendido siempre a perseguir la felicidad como una meta o un fin, como un estado de bienestar ideal y permanente al que llegar, sin embargo, como hoy sabemos, la felicidad se compone de pequeños momentos, de detalles vividos en el día a día, y quizá su principal característica sea la fragilidad, la inconsistencias, es decir, su capacidad de aparecer y desaparecer de forma constante a lo largo de nuestras vidas. Por eso, es mejor pensar que la felicidad es una suma de momentos, más que un estado permanente.
Otra de las controversias en torno a este tema es si buscar la felicidad en acontecimientos externos y materiales, o en nuestro interior. Lo que está claro es que la percepción de nuestra felicidad depende más de una disposición interior, ya que se trata de una interpretación íntima que hacemos de cuanto nos rodea. El concepto de felicidad cambia en función de las personas, y es muy diferente de unas personas a otras. De hecho, lo que para muchos podrían ser elementos que provocaran felicidad, para otros esos mismos pueden ser una auténtica pesadilla. Así, un escalador es feliz arriesgando su vida para vencer a la montaña, mientras que otra persona sentiría pánico por verse expuesta a esos riesgos. Por otro lado, algunas personas son felices llevando una vida tranquila y segura mientras otras se mueren de aburrimiento si no hay en su vida cambios, novedades y fuertes excitaciones.
Desde hace muchos años se nos ha inculcado que tenemos que buscar la felicidad, que hemos de ser felices. Muchas personas hacen cosas extraordinarias en la búsqueda de su felicidad: largos viajes, abandonar un empleo o aceptar otros, unirse a otras personas en matrimonio, separarse, divorciarse, tener hijos… Comprar un coche más grande, una casa más grande, más ropa, más discos, más, más…
Y sin embargo, por muchas cosas que hagamos, por muchas cosas que compremos en búsqueda de la felicidad, debemos decir que en realidad la felicidad está dentro de nosotros mismos, que en realidad la felicidad somos nosotros mismos.
Los humanos vivimos en un entorno social que determina en buena medida muchos de los aspectos de nuestra existencia. Es lo que se ha denominado: «el hombre y sus circunstancias». La forma en que cada uno de nosotros consigue enfrentar «sus circunstancias» determinará al mismo tiempo el grado de felicidad del que disfrutamos. Dos personas diferentes en la misma situación podrían ser diferentes en la percepción de su felicidad, simplemente por utilizar un mecanismo diferente de afrontar la realidad.
La felicidad no depende de lo que haces, ni tampoco de lo que tienes, no depende de como sea tu cuerpo, ni de si estás más o menos delgada. La felicidad depende de cómo interpretas lo que eres, lo que tienes y lo que haces, y por tanto, de lo cómoda que te sientes con lo que eres, con lo que tienes y con lo que haces.
Te animo a renovar la mirada sobre tí mismo o misma. Tal vez, sin darte cuenta, te descubras un poquito más feliz.
Un saludo a todos y todas.
Julia Rodríguez Psicología
653 93 40 50
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