Hoy en día vivimos rápido, la tecnología nos facilita esto, nada que ver con los teléfonos fijos o las cartas de antes. Por un lado todos los avances son muy positivos, por otro podemos darnos cuenta que esta velocidad, nos impacta de alguna manera, y puede que ahorremos tiempo, el tema es ese tiempo, en qué lo estás empleando.
Lo empleas en trabajar más, en gastar en cosas que crees que son necesarias y lo mismo si te lo planteas no tanto, lo empleas en conectar contigo o compartir con tu familia, amigos… además de darte cuenta de en lo que empleas el tiempo, sería interesante que observaras si este tiempo es de calidad.
La calidad, tiene que ver con la calma, con la atención, con poder estar en lo que estás sin estar pendiente de otras cosas, porque si quedas y vas rápido, o escuchas a tus hijos mientras contestas al móvil, o vas a la comida del cumpleaños de tu hermana mirando el reloj, desde ahí no hay contacto amoroso, hay prisa e inquietud.
Esta prisa, esta velocidad, este “tener que responder ya” o escuchar los mensajes de voz acelerados, roba la paciencia, la tranquilidad y todo se vuelve complicado, en la población en general y especialmente en los más jóvenes que han crecido en esta era, cada vez se dan más casos de ansiedad, cuesta esperar, estar en lo que toca, cuerpo, mente y corazón van acelerados.
La manera de vivir en el presente, cultivar la paciencia es alejarse durante un tiempo todos los días de lo externo, tomar contacto con el cuerpo, la respiración, y volver a ti, una y otra vez.
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