Mientras algunos parecen ser la alegría de la huerta, otros de la huerta solo tienen la cara de acelga. Son esas personas tristes y atormentadas para las que la vida solo es cuesta arriba, y que cambian el cascabel por la banda sonora de las lamentaciones. ¿Sesgo perceptivo? ¿Procesamiento cerebral? Diferentes teorías explican la génesis de una personalidad gris, apática o depresiva. Lo cierto es que estos perfiles tienen mucho en común.
Más allá de la psicología clínica y de la psiquiatría, existe todo un mundo de personalidades que en ocasiones rayarán la sospecha patológica. Pero no están enfermos: son así. De este modo lo explica Ramón Oria de Rueda, psicoterapeuta: “Descartando lo que los manuales diagnósticos llaman trastornos del estado de ánimo, que tienen como característica principal una alteración del humor, y los trastornos de la personalidad, quedan algunas personas de las que podemos decir que son, simplemente, negativas”. Ahondar en el origen de este mal quizá sea estéril, porque en realidad solo habrá una manera de combatir la lacra de la negatividad, según añade Oria: “No sabemos cuánto hay de herencia genética y cuánto de aprendizaje, y no pudiendo influir sobre lo primero, trataremos de facilitar el aprendizaje de un estilo positivo”.
“La felicidad, al igual que el éxito, tiene una definición subjetiva”, nos recuerda, por su parte, Dafne Cataluña, psicóloga y coach del Instituto Europeo de Psicología Positiva. Para la experta serán fundamentales las expectativas que vertamos sobre nosotros mismos, y la forma en que respondamos a algunos interrogantes acerca de nuestros objetivos y su causa. “¿Son realmente nuestros, o están motivados por nuestra necesidad de aprobación de los demás?”, invita a considerar. Si se trata de esto último, nos llenará de frustración, algo de lo que precisamente pueden presumir los caracteres amargados. Son individuos frustrados.
Pero además de objetivos distorsionados, las personas infelices (esas que siempre están amargadas sin motivo aparente que lo justifique) tienen en común otra serie de cosas.
1. “Son tendentes a hacer una atribución interna de incapacidad y una atribución externa de mala suerte”, asegura el clínico. Es decir: piensan, por un lado, que no son capaces, y por otro, que cuando les va mal, no es culpa suya.
2. Presentan un déficit en las habilidades metacognitivas. «No se permiten reflexionar sobre los propios estados mentales ni reconocer las emociones que surgen”, según explica el psiquiatra y psicoterapeuta italiano Antonio Semerari, autor de varios libros de esta materia. Aprender a relacionarse con lo que uno siente, observando los pensamientos desde la no identificación con ellos, ha demostrado ser muy eficaz para los perfiles con depresión y ansiedad, según contempla un reciente estudio realizado por la doctora en Psicología Leticia Linares, de la Universidad de Deusto.
3. «La queja es el centro de su vida. Lo ven todo como una profecía auto-cumplida”, describe Oria. Un patrón sano conllevaría, por el contrario, “perder el miedo a pedir ayuda y comunicar las necesidades personales con empatía”, recuerda Dafne Cataluña, defendiendo los preceptos del profesor de Harvard Tal Ben-Shahar, quien aconseja huir del perfeccionismo para ser feliz en su libro La búsqueda de la felicidad.
4. «Sienten envidia y dificultad para admirar al otro”, advierte el psicoterapeuta: “Son personalidades centradas en sí mismas y en ocasiones con una visión paranoide que les hace difícil mirar más allá”. Superar la envidia pasará por autoaceptarse a uno mismo tal cual es, con sus fortalezas y debilidades, como opina Cataluña. Con este proceso, “se llegará a la madurez psicológica”.
5. “El egoísmo es la base de su personalidad”, refiere el psicólogo. “La gente negativa es egoísta: habla de sus problemas, de sus dificultades, de sí misma y de su mala fortuna, y esa misma forma de pensar hace que se cumplan sus expectativas”. Además, “aunque encuentren a quien cargue con su desgracia, los egoístas son más enfermizos, más pobres y están más solos”. Justo lo contrario que los más alegres, que derrochan generosidad. “Manejando la gratitud, sentiremos que lo conseguido es valioso y merecedor de elogio”, dice la psicóloga positivista.
6. Su pensamiento está distorsionado y lleno de ideas falaces. Frases como “me lo merezco” (y por ello debería tener ese ascenso), “tengo que caer bien”, o “si valgo, he de conseguir lo que me proponga”, no son certezas, sino etiquetas mentales poco realistas. El psicólogo americano Albert Ellis, pionero en el uso de la psicología cognitiva allá por los años 50, inventó la Terapia Racional Emotiva, todavía en vigor, cuyos principios postulan que “no son los hechos lo que nos altera, sino la interpretación que les damos”.
Julia Rodríguez Psicología
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