¿Una pareja rota es salvable? La respuesta es sí.
Por eso hay que actuar antes de que se llegue a esa situación, si es que se quiere salvar la pareja.
Cuando llega el momento de la ruptura, cada miembro de la pareja puede esgrimir razones diferentes, o a veces incluso la misma. En el Gabinete, las más habituales que escuchamos son que no se tolera ya a la otra persona y está afectando gravemente a la convivencia, alguna infidelidad que ha dejado de ser «secreta», los altibajos que acaban minando a la pareja. En el caso de las mujeres, ellas se sienten desbordadas por la vida familiar y laboral, por llevar adelante trabajo y maternidad en «soledad». Esto es un precipitante habitual, aunque en pocas ocasiones el origen real de la separación.
Por lo general, lo que se produce es un deficiente afrontamiento de la situación, el no decir abiertamente lo que está ocurriendo, plantearlo y tratar de solventarlo (aunque esa situación sea la misma separación). El resultado: los procesos se alargan, producen un deterioro personal y de pareja importante, y muchas veces cuando llegan al Gabinete sólo podemos certificar su muerte (como harían los del SAMUR).
Si tenemos la esperanza de que todo se solvente y no somos capaces por nosotros mismos o mismas, por favor, venid antes a vernos a los profesionales. No esperéis tanto que casi no tengáis nada sobre lo que sustentar la relación. Como hemos dicho, antes de separarse siempre se produce una ruptura emocional que en muchas ocasiones ya es insalvable, pero no en todas. Si ambos miembros de la pareja están dispuestos, se puede seguir trabajando de manera conjunta.
Si llegado el momento hemos de pasar de la ruptura emocional a la separación efectiva, tenemos que ser conscientes de que esto tendrá enormes costes emocionales. Es una decisión que envuelve en la culpa a quién decide abandonar la pareja, y hay un gran sentimiento de abandono por parte de la otra persona. Si lo afrontamos de forma directa, evitaremos problemas.
Pero los humanos no siempre buscamos la forma ideal de hacer las cosas y solemos complicarlo todo bastante. Muchas veces no se plantea de forma abierta la ruptura, sino que se buscan situaciones que provoquen esa ruptura, lo que aumenta enormemente el nivel de conflictividad encubierta que no sólo repercute en la pareja, sino que se hace extensible a los niños, a los amigos y a los familiares. De esta manera, niños, amigos y familiares dejan de ser seguidores pasivos de lo que ocurre en la pareja, para verse obligados a tomar partido.
En estos momentos, los miembros de la pareja suelen pasar por diferentes fases. En primer lugar, la negación de la situación actual («esto no me puede estar pasando»). De ahí se pasa a culpabilizar al otro, como fase previa al aumento de la tristeza, la depresión y la falta de ánimos que provoca la anticipación de la pérdida de las rutinas y de los objetivos comunes y personales asociados a la pareja.
Finalmente, tiempo después hay un reconocimiento de la situación y búsqueda de salidas (generalmente relacionadas con la búsqueda de otras parejas «puente»), y la sensación de libertad por lo general enmascarada. Sólo tiempo después se vuelve a lo que uno es en realidad, momento ideal para poder volver a buscar una pareja con máximas garantías de éxito emocional (otros éxitos no los comentamos…).
Cuando las cosas están de este modo, es recomendable dar la cara y hablarlo abiertamente, si no se puede, hay que acudir a un profesional, que nos ayude a replantear esta situación, por el bien de cada uno de nosotros, y sobretodo, por el bien de los menores si los hubiera.
Un saludo, y feliz verano!!
Tienes un buen artículo. Me gusta.